martes, 28 de abril de 2009

Thamo Naidoo: • Anuncia la inauguración de una nueva era de salvación para entrar en el arrepentimiento y crecer en el evangelio.

Pide a la iglesia que la predicación de la palabra de Dios sea la prioridad que esta debe ocupar en la congregación de los templos. Para que pueda entrar en nuestros corazones y sembrar la semilla de Cristo.

Un día cualquiera nos llega la palabra de Dios con un aroma agradable para nuestros sentidos. Podemos palparla, sentirla en nuestra piel y sumergirnos en ella como una esponja en el agua. Existen predicadores que permiten ser utilizados por el Señor para llevar a nuestras vidas esas palabras edificantes, consoladoras, claras e iluminadoras que nos provocan pensar “Dios está hablando conmigo”. En las próximas líneas, el Ministro Thaimo Naidoo, Un hombre que ha dedicado 24años de su vida a la predicación del evangelio, recorriendo todos los rincones de nuestro planeta llevando las buenas nuevas a sus semejantes, habla al pueblo dominicano las palabras que Dios le inspiró para nosotros.

Hablando sobre la manera en que debe ser tratada la predicación de la palabra de Dios, Naidoo explicó que tanto el predicador como los oyentes juegan un papel importante para que surta un verdadero efecto. Nos recordó que por varios siglos sólo se escuchaba la palabra por medio de los evangelistas que cumplían esta misión ya que la Biblia no fue publicada hasta el siglo IV. Dijo que cuando la Biblia dice que la fe viene por el oír se refiere a que está en la prédica hablada a los oídos del hombre la forma más efectiva de sentir la palabra, y aunque señaló que no se trata de dejar de leer la Biblia, el poder de la palabra hablada está llamado a entrar a nuestros corazones y sembrar la semilla de Cristo.

Hablando de las siete parábolas encontradas en el capítulo 4 del libro de Marcos y en el 13 del libro de Mateo, las llamó los siete secretos del reino de los cielos, expresó que es necesario entender la primera de ellas para ser capaz de entender las demás. El creyente debe meditar en la palabra, permitir que esta profundice en su ser cuan semilla sembrada en tierra fértil, así podrá desarrollarse y crecer llegando a ser bendición para sí mismo y para otros. En la medida en que escuchamos la palabra con esa medida nos será dado el 30, 60, y hasta el 100 por ciento. Habló de aquellos que asisten a la iglesia, alaban al señor con júbilo, ofrenda con alegría y luego se duermen cuando empieza la predicación de la palabra. Con respecto a este tema manifestó que estamos ante un nuevo tiempo, una nueva estación en la cual las tradiciones de llegar a la iglesia a alabar al señor como una forma de entrar en comunión con el espíritu santo debe ser redefinida y que el creyente debe sentirse en comunión con Dios espiritualmente, sin necesidad de recibir un estímulo exterior de las alabanzas. Esa tradicional forma de llegar a la iglesia, alabar, ofrendar y luego escuchar la prédica debe ser variada en nuevas formas en las cuales se le dé a la predicación de la palabra la prioridad que esta debe ocupar en las congregaciones cristianas de este tiempo.

La tierra no nos comprende porque somos más grandes que este mundo, nosotros somos de arriba, no morimos porque nuestros espíritus son eternos gracias a Cristo Jesús, fundador de esta nueva orden. En romanos 829 la Biblia nos dice que hemos sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para ser conformados a la imagen del hijo. Nos dio apóstoles, profetas, evangelistas, maestros y pastores para ser construido a la imagen del hijo, para llegar a la misma estatura del hijo sin ser zarandeados por doctrinas extrañas. Para que se desarrolle la nueva genealogía de la casa de dios, no se necesitan hombres carnales que dirijan instituciones llamadas iglesias, lo que Dios necesita es padres que sean capaces de dirigir a sus hijos espirituales, que estos hijos a su vez crezcan también para ser u día padres de otros hijos que entiendan y acepten la promesa de Dios que todo lo que desatemos en la tierra es desatado en el cielo y cada cosa que hagamos en la tierra tendrá repercusión en el cielo, porque somos la gran familia de Dios.


Hablando de la iglesia, dijo que hay un nuevo orden, una nueva estación, un tiempo diferente y que la iglesia debe adaptarse a estos cambios y no buscar que los creyentes se adapten a viejas tradiciones que han prevalecido en el tiempo. Jesús no vino a la tierra a formar instituciones, sino más bien una casa, una familia, la familia de Dios, donde los pastores no sean gobernantes sino más bien constructores de la iglesia, los edificadores que mediante la palabra construyen la casa de Dios. Los ancianos de esta casa son los verdaderos padres de familia que velan por el bienestar de sus hijos. Y los creyentes son los hijos de esta familia que miran el ejemplo de sus padres y aprenden de estos. La casa de Dios está llamada a ser dirigida por los ancianos o padres de esa congregación en vez de ser gobernada por el pastor, pues en Efesios 4:11 se nos enseña que a cada uno el señor Jesucristo otorgó sus dones y a los pastores al igual que a los demás le toca su papel de constructor y no de gobernador de la casa de Dios.

Comparando a la Trinidad con una familia donde el padre, el hijo y el espíritu santo cumple su función dentro de esa familia. Así cada uno dentro de la casa de Dios debe saber cual es su función y llevarla a cabo. Dijo que Santo Domingo es una familia y las congregaciones cristianas son parte de la misma familia de Dios, que nosotros como hijos de Dios debemos tener la naturaleza de Cristo en nosotros, pues a eso se refiere la palabra cuando dice que pidamos y utilicemos el nombre de Jesús. La palabra “nombre” significa naturaleza y es por eso que los hijos de Dios tenemos la naturaleza de Jesús en nuestro interior. El salmo 121 “si Dios no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.”Cristo fue un hombre aquí en la tierra, pero antes de ser hombre no tenía género. Para Dios su casa de hijos tampoco tiene géneros, sino que todos son sus hijos sean hombres o mujeres.

El cielo no es material, no es la casa de Dios, la Biblia dice que la tierra y los cielos fueron construidos en seis días, por ende Dios no vivía en los cielos si estos no existían. Nuestro padre celestial no está en un solo lugar sino en todos lados que nosotros estemos, ya él tomó todas las previsiones para que nada nos falte. Cuando el apóstol Pablo habla de que somos adoptados por Dios, toma la palabra “adopción” en comparación con la ley romana, la cual indicaba que un padre de familia podía en cualquier momento aceptar o negar la paternidad de los niños que nacían en su hogar y las autoridades romanas conferían al padre el beneficio de la duda en los casos que éste negaba ser el padre de un hijo que nació en su familia, pero cuando un padre de familia adoptaba un hijo, nunca más podía negar la paternidad de este hijo, en otras palabras, los hijos adoptados adquirían el derecho de ser para siempre hijos del padre que los adoptó por eso nosotros también hemos adquirido para siempre el derecho a ser llamados hijos de Dios cuando conocemos a Cristo en el espíritu y no en la carne. Cuando tenemos a Cristo en nuestro espíritu no buscamos en los cielos lo que tenemos dentro de nosotros mismos.

El
Salmo 128 describe la familia, la casa de fe. En el libro de jueces está la parábola de la planta de olivo, en esta parábola la planta de olivo no acepta ser nombrada rey, pues según dice fue creada para producir el aceite con que serán ungidos los reyes. Tus hijos serán como planta de olivos para ungir los gobiernos del mundo para traerlos a los pies de dios. La unción está en los hijos, no en los líderes de la iglesia.

El don de administración necesita padres que sepan tratar a cada uno de sus hijos dándole a cada uno lo que se merece. Debemos sentirnos privilegiados por tener al padre no lamentarnos por lo que no tenemos, ni compararnos con los otros hijos de Dios. El hombre que teme a Jehová será bendecido. Los pastores no pueden forzar a la gente a que se convierta en sus hijos pero a medida que les brinde el corazón del padre se unirá más a ellos. El nombre de Abraham no fue cambiado por Dios con su nuevo significado de “padre de muchas naciones” hasta que se separó de su sobrino LOT, quien era como un hijo para él. Hoy en día somos parte de los hijos de Abraham, la semilla de Cristo. Nosotros elegimos lo que deseamos ser en el reino de Dios, hijos, esclavos o sirvientes y para que Dios ponga en nosotros el corazón de Elías, entonces debemos tener un padre espiritual. Cada uno de los líderes de la iglesia debe sentir en su corazón que es capaz de mirar como a un padre espiritual al líder principal del la misma. Somos una nueva orden de seres humanos conectados con el padre a través de cristo, no somos hijos de la carne sino del espíritu de Dios, somos parte de la nueva familia de Dios.

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